No os puedo describir lo que me pasa por la cabeza y el corazón ahora mismo, seré breve porque no doy para más.
El partido empezó con un United fuerte, buscando al Barcelona e incluso probando a Valdés en varias ocasiones... hasta que el Barcelona tuvo la primera y Eto'o la metió para adentro. Con toda el ansia que ha demostrado en los últimos partidos de liga y la frialdad de la que ha hecho gala a la hora de recortar y meter la puntera.
Y a partir de ahí, el Barcelona fue creciendo en su juego, si bien el United, empujado por un Ronaldo que quería demostrar su condición de crack mundial buscaba igualar un partido que se le había puesto en contra a las primeras de cambio.
Pero en la segunda parte el Barça ha salido a mandar. El United, que llegaba como campeón no ha dado su brazo a torcer y ha tenido oportunidades, no claras, pero sí para recordar al equipo culé que todavía no había hecho nada. Y una vez más, el equipo de Guardiola golpeó en el momento justo (para sus intereses) cuando Xavi vio el desmarque de Messi que aseguró el partido de la manera que nadie esperaba, con un buen escorzo que le permitió rematar de cabeza al segundo palo de una manera tan suave como mortal.
Y pasaron los minutos, como culé, los pasé de manera nerviosa, con el móvil continuamente sonando y apretando los puños cada vez que el United se acercaba y suspirando con cada oportunidad que el Barça no finalizada.
Al final, como ya comenté hace mucho tiempo, el fútbol es ajeno a la justicia (o no) se rige por el acierto, el que tuvo el Barça esta noche.
Recordemos esta temporada en el Barça, no como la del tan manido triplete, sino como el año en el que el aficionado culé dejó de ser pesimista ante las grandes citas para mostrarse optimista e ilusionado ante los retos
