Fútbol, confianza y corrientes marinas

por | 22:10:00
Tengo un amigo, algo más joven que yo, que juega de extremo zurdo y está empezando a tomarse el fútbol más en serio. Ve que su juego crece y que va quemando etapas en el equipo de su localidad siendo un componente destacado.
Para ser franco, diré que con el tiempo, hemos ido perdiendo el contacto, pero con el inicio de cada temporada encontramos un rato para hablar y la conversación siempre acaba hablando de lo mismo, de cómo se le presenta la temporada y de las posiciones en las que les quieren poner.
Aquí es donde sale a relucir el tema de transfondo de la entrada de hoy: las dudas y la confianza de un jugador en sus características y en su rol dentro del equipo.

A mi buen amigo siempre le decía lo mismo:
"En tus primeras acciones no debes de fallar. Para esto busca siempre hacer algo sencillo: devolver un pase corto, un regate sencillo en dirección a un espacio o un tiro si hay ocasión que vaya a portería. A partir de ahí, busca empresas mayores, como un regate por velocidad o un pase más complejo."
Porque un partido de fútbol es como una corriente marina, por más que la quieras controlar o planear, esta fluye de una manera libre y son los peces y demás fauna marina la que se adapta a ella para viajar. En este caso el futbolista debe hacer lo mismo, adecuarse al partido que se le presenta.
Y en el fútbol, como en tantos aspectos de la vida, pisar con confianza es fundamental, hace que tus virtudes crezcan y se multipliquen al mismo ritmo en el que tus defectos se disimulan.

Exportando este estado al equipo, un jugador del Madrid (perdonad que no recuerde el nombre, pero no soy muy ducho en la historia blanca) contaba que en los partidos difíciles arengaba a sus compañeros con que la primera falta, el primer tiro y el primer córner debían de ser suyos, para presentar al rival sus credenciales en ese partido. Salir mandando, algo que parece que se está perdiendo.

Para poner una imagen al primer caso, al del jugador con confianza, quiero acordarme de Gaizka Mendieta, aquel genial centrocampista de finales de los noventa en el Valencia. De hecho, siempre que hablo de esto uso su nombre para la argumentación.
Al caso, el tema es que Mendieta no era el más técnico, ni el más rápido, ni el que tenía más visión de juego de aquel Valencia que alcanzó dos finales de Champions de manera consecutiva, pero su nivel de confianza, el conocimiento de sus límites, le invitaba a "intentar" a "probar" y cuando estás bien todo parece venirte de cara.
Cualquier aficionado del Valencia que le haya visto os podrá contar sobre sus regates, sus disparos o sus grandísimos pases largos, que le hicieron famoso al asociarse con un jugador como "el Piojo" López.

En cuanto al equipo que personifica esta entrada, de entre los muchos que puedo elegir, me quedo con la Alemania del Mundial del 90. Vale que era un equipo repleto de grandísimos jugadores en todos y cada uno de sus líneas, pero el juego colectivo, el sello que dejó aquel combinado, nació de una fe y un conocimiento de hasta dónde podían llegar; no dejaban ningún detalle del equipo sin revisar y desde el primer minuto hasta que el árbitro pitaba el final del partido se dedicaban a imponer su juego hasta el punto de superar a equipos con individualides espectaculares (como la Argentina de Maradona) o a buenos equipos pero sin tanta fuerza mental (como la Holanda de Van Basten, Gullit y Rijkaard).

Por todo esto y muchas más cosas, defiendo una buena educación psicológica del jugador: no ansiarlo con objetivos imposibles y animarlo con recompensas por el trabajo bien hecho.
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